Tras un largo proceso electoral que para los argentinos pareció eterno y signado por cada vez más incertidumbre y volatilidad finalmente ha llegado el esperado día del recambio presidencial. La llamada “herencia” que deberá afrontar la nueva administración al comando del León Milei es extremadamente compleja y requerirá no solo de manos expertas sino de apoyo político.
Las manos expertas están, el plan que se ha ido delineando en el marco de especulaciones y trascendidos deja en clara las prioridades: fuerte reducción del déficit, salto discreto y desarme de pasivos remunerados. Un plan menos disruptivo que la dolarización (cuya implementación era, en la práctica, imposible en el actual contexto) y que apunta a un reacomodamiento de precios relativos -con un más que probable fogonazo inflacionario utilizando como ancla la reducción del déficit, el compromiso de no más emisión (ni siquiera endógena por pasivos remunerados) y un TCR más alto.
Los activos argentinos han reaccionado en consecuencia con estas noticias y trascendidos: una fuerte suba tanto de renta variable como fija. El mercado pagó expectativas y será ahora el tiempo de que las mismas comiencen a ser materializadas, nadie -y el mismo Milei así lo ha expresado- espera una solución mágica ni rápida. Pero sí será clave el ritmo que se le imprima al momentum que se ha generado y que se continúe preservando la sensación de luz al final del túnel. Luego de la asunción esperamos el paquete de medidas y las leyes necesarias para su implementación y comenzaremos a develar el gran tendón de Aquiles de la futura administración: la gobernabilidad.
Milei se ha venido mostrando muy sagaz y astuto en sus decisiones orientadas a construir dicha gobernabilidad; el puntapié inicial que le dio los más de once puntos de ventaja frente a su contrincante le dieron una legitimidad popular que ayuda inicialmente. Pero es en el congreso donde verdaderamente se jugará la batalla principal y donde el león debe demostrar que es el rey de la selva.